Problemas en los indignados del 15m: una interpretación desde Max Webber y René Girard.

Indignados en la Puerta del Sol de MadridEl movimiento de los “indignados”, el 15m, supone un fenómeno social que ya ha dado unos frutos que cabría calificar de genuinos, prometedores y muy interesantes. Sin embargo no hay que obviar que, en buena medida debido a su condición de movimiento de masas, resulta susceptible de caer en algunos vicios comunes. A continuación mencionaré algunos de ellos.
En los países mediterráneos se observa la tendencia a demonizar a las personas que, ejerciendo un cargo público, tienen ingresos económicos superiores a los de un ciudadano medio. Max Webber ya describió cómo en el protestantismo está bien visto el enriquecimiento personal (que además propicia), mientras que en el catolicismo no sucede así. Al encontrarnos en un país de tradición católica tenemos la circunstancia opuesta. Es por esto que en Estados Unidos un político que se presente a un cargo será bien visto si es inmensamente rico [1], mientras que en España resultará como poco sospechoso si se muestra en la misma condición. A causa de esto parece haberse desatado una “caza al político” o al banquero que va más allá de lo lógico. Para empezar habría que decir que, hasta lo que se sabe, el índice de corrupción en la política no ha aumentado especialmente en los últimos años. Pero, sin embargo, es ahora cuando aparecen más acusaciones de corrupción y cuando más se persigue cada detalle en el que se muestre riqueza económica personal. Si la corrupción no ha aumentado vertiginosamente en unos pocos meses habrá que comprender que el problema que origina tal malestar social no se encuentra ahí, sino en la propia dinámica del sistema capitalista. A poco que se estudie el funcionamiento de este sistema económico se observa que, como no podía ser de otra forma en un sistema que fomenta las diferencias económicas entre clases, es inherente a él el padecer crisis periódicas. Así pues las crisis (esta también) no están propiciadas en última instancia por una o una serie de personas en concreto, sino por un sistema que, además, es el que legitima el funcionamiento de estas personas. Una prueba de ello es que, aunque las críticas de la opinión pública se dirigen a personas concretas de la demarcación nacional, la crisis ataca por igual y al mismo tiempo a buena parte de los paises occidentales. El problema aquí es que para las masas no resulta atractivo enfrentarse a una idea o a un sistema, y es más cómodo focalizar los problemas en individuos o circunstancias concretas.
Todo lo anterior nos remite también al funcionamiento de los ritos sacrificales que describió René Girard. De igual manera observamos ahora como el malestar de la masa debe ser calmado mediante un sacrificio. En este caso, el del político y el del banquero. En esta clase de ritos no resulta esencial que el elemento que se va a sacrificar sea el culpable de la situación. El propio proceso hará que la rabia de la multitud quede aplacada y se restaure la calma anterior.
Como bien dice el catedrático de economía Xosé Manuel Beiras se indigna el que tiene dignidad, pero como recientemente ha dicho la filósofa Victoria Camps la indignación debe florecer “gobernada” Sin duda el sentimiento es valioso, pero debe encauzarse correctamente para no deslegitimarse a sí mismo y conseguir los fines que todo verdadero indignado debe perseguir, la dignidad.

[1] Recordemos lo que Arnold Schwarzenegger decía cuando se decidió comenzar con su carrera política. Una frase que describe bien esta situación: “Ya soy muy rico, ahora quiero ayudar a los demás.”

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