Educar en España a los hijos en casa: Un desafío al Estado y a los agentes del sistema.

educar en casaEl Tribunal Constitucional acaba de sentenciar que es ilegal que los padres eduquen a sus hijos exclusivamente en casa y, por lo tanto, obliga a que estos queden escolarizados resolviendo así (por denominarlo de alguna manera) una larga polémica. Teniendo en cuenta que el problema es más complejo de lo que se quiere dar a entender en la sentencia resulta necesario intentar reflexionar sobre la situación.
Resulta lógico que un Estado vele por la seguridad y el desarrollo de sus ciudadanos. Así pues, en cuanto a esto, cabría pensar que no es admisible que los grupos más vulnerables (en este caso el de los niños) queden indefensos y a merced de los que tienen poder sobre ellos. Cabría pues pensar en un cierto y necesario grado de intervencionismo del Estado sobre sus ciudadanos. El problema reside en que, en realidad, no nos encontramos ante la acción de la justicia sobre los amenazados, sino en la acción de un poder más fuerte, el Estado, sobre otro poder más débil, los padres del educando. En esta confrontación la justicia no ha sido concedida por nadie a ninguno de los dos grupos, sino que es el que más poder detenta el que la ejerce a su manera, haciendo así buena la famosa frase de Trasímaco de Calcedón: “La justicia es la razón del más fuerte”.
Si bien la acción vigilante funciona siempre en dirección a los progenitores y procede siempre del Estado hay que entender que cualquiera de los dos bandos puede resultar el corrupto. Incluso podrían llegar a serlo ambos. Es por esto que para poder sopesar la legitimidad de las acciones no queda otra que empezar examinando los argumentos que pretenden avalarlas. Aunque el tema es demasiado complejo como para tratarlo en un artículo examinaré aquí algunos de los puntos más destacados de ambas partes.
Los padres suelen aducir que no hay nadie más apropiado que ellos para educar a sus propios hijos. Y desde luego cabría pensar que, en cierta medida, es así. También es cierto que instructores especialmente cualificados pueden ser una ayuda imprescindible para el temprano desarrollo intelectual del niño. Las más recientes investigaciones neurológicas (como, por ejemplo, las que describe Francisco Kovacs) recomiendan un aprendizaje personalizado para cada niño atendiendo a sus necesidades intelectuales y emocionales, dejando en segundo término el aspecto cronológico. Hecho que fácilmente se ve frustrado con la educación convencional y que sólo es paliado mediante lo que se denomina “aceleración”. Es decir, hacer que un niño quede ubicado en un curso más elevado del que le corresponde por su edad. También habría que tener en cuenta que pocos padres se encuentran con la posibilidad de educar a sus propios hijos. La falta de tiempo, de medios económicos o de voluntad de los propios progenitores hace que el número de niños que pueden acceder a esta posibilidad sea muy reducido.
Pero lo más llamativo no es que esta clase de padres quiera inclinar la balanza hacia su lado únicamente por las ventajas de la educación en casa, es que su postura casi siempre lleva implícita, de una forma más o menos velada, la crítica hacia el sistema educativo propuesto por el Estado para los niños. Unas quejas que esconden un claro desprecio hacia la forma en que el Estado modela a los niños. Teniendo en cuenta la afirmación de Trasímaco cabría pensar que “morder la mano” del más fuerte no resulta lo más agradable para el que detenta el poder.
En cuanto al Estado sería necesario darse cuenta que no se trata de un ente abstracto y bondadoso, sino que, además de la vocación que debe tener por sus súbditos más jóvenes, también es susceptible de verse sometido a una serie de motivaciones bastardas. Para empezar porque, como bien describe Erich Fromm, cada sociedad busca su propia supervivencia marginando a todo lo que puede amenazarla. Es por esto que en pueblos marcadamente violentos la persona pacífica queda margina y se la trata como inútil, o en pueblos tranquilos la persona violenta es vista como una amenaza desestabilizadora.
Si nos fijamos en las razones que aduce el Juzgado para justificar su sentencia, veremos que todo se basa en alegar que sería un perjuicio para el niño. Tanto en el ámbito académico (aquí se refiere al posible ingreso en la Universidad), como en la integración con otros niños de su edad. Sobre esto cabrían muchas objeciones que además ya están probadas porque en otros países sí está permitida la educación al margen del Estado y, además, con excelentes resultados. No resulta imprescindible una asistencia presencial del alumno para poder seguir un programa de estudios. Tampoco se hace preciso para la integración social de los niños el que tengan que acudir a centros académicos. Es más, lo más recientes estudios sobre violencia y acoso escolar señalan al colegio como el mayor ámbito generador de la violencia debido a la situación en la que se encuentra en las sociedades occidentales y a otra serie de motivos que le son inherentes como institución.
La situación parece análoga a la que pudo darse bajo la supuesta epidemia de Gripe A que recientemente el Gobierno de España pronosticó para sus ciudadanos. Algo que le llevó a una compra gigantesca de vacunas, junto a la recomendación de que casi toda la población se vacunase. Finalmente se vio que tal epidemia no existía, que lo que sí existía era un riesgo para algunos de los grupos de población que fuesen vacunados (embarazadas,..etc.) y que la motivación real de tal campaña masiva eran la que denunció gente como Teresa Forcades i Vila, los intereses económicos ligados a unas pocas empresas farmacéuticas. Para el caso de la educación nos encontramos con que el Estado obliga a que la población infantil termine en un lugar generador de violencia, donde se les tratará cronológicamente y no conforme a sus méritos y donde pasaran lustros recibiendo lo que Freire denominó educación bancaria. Una forma de merma del individuo a base de minarlo día a día haciéndole repetir contenidos que no asimila y que pertenecen a los educadores o, peor aún, al orden de valores que los permite. Todo ello para generar individuos que no se hagan cuestionamientos y sean productivos para el sistema. No es pues de extrañar que las humanidades sean progresivamente relegadas en beneficio de disciplinas más “prácticas” desde el punto de vista de la razón instrumental.

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